En este blog se presentan fragmentos originales de los libros que leí. No vierto aquí mis opiniones personales pues considero más efectivo que el mismo autor se encargue de seducirte con sus propias palabras.

domingo, 1 de marzo de 2015

En el camino - Jack Kerouac

...porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un “¡Ahhh!”



...una de las mayores molestias del viajar en autostop es tener que hablar con muchísima gente, para que piensen que no han hecho mal en cogerte, hasta incluso entretenerles, todo lo cual es agotador cuando quieres seguir todo el rato y no tienes pensado dormir en hoteles.




Empezó a gustarme; no porque fuera una buena persona, como después demostró que era, sino porque mostraba entusiasmo hacia las cosas.




...fui a casa de la novia de Eddie a recuperar mi camisa de lana de cuadros de Shelton, Nevada. Estaba allí, toda arrugada, con toda la enorme tristeza de una camisa.




De pronto, me di cuenta que ya estaba en California. Aire cálido, espléndido -un aire que se puede besar- y palmeras.




-Amo el amor- dijo cerrando los ojos. Le prometí un bello amor. La deseaba sin freno.Terminadas nuestras historias, quedamos en silencio entregados a pensamientos de goce anticipado. Todo era tan sencillo como eso.




El autobús llegó a Hollywood. En el amanecer gris y sucio, un amanecer como aquel cuando Joel McCrea encuentra a Verónica Lake en un coche restaurante, en la película Los viajes de Sullivan, se durmió sobre mi pecho. Yo miraba ansiosamente por la ventana: casas blancas y palmeras y cines para coches, toda aquella locura, la dura tierra prometida, el extremo fantástico de América. Bajamos del autobús en Main Street que no es diferente de los sitios donde te bajas del autobús en Kansas City o Chicago o Boston: ladrillos rojos, suciedad, tipos que pasan, tranvías rechinando en el desamparado amanecer, el olor a puta de una gran ciudad.




Hicimos el amor en la dulzura de la perezosa mañana. Después, como dos ángeles cansados, colgados y olvidados en un rincón de LA, habiendo encontrado juntos la cosa más íntima y deliciosa de la vida, nos quedamos dormidos hasta la caída de la tarde.




Terry y yo comimos en una cafetería del centro que estaba decorada com una gruta, con tetas de metal surgiendo por todas partes, y enormes e impersonales nalgas pertenecientes a deidades marinas y neptunos muy falsos. La gente comía lúgubremente junto a cascadas, con el rostro verde de tristeza marina.




Era una noche agradable, una noche caliente, una noche de beber vino, una noche de luna, una noche para abrazar a tu novia y charlar y desentenderse de todo lo demás y pasarlo bien.




...la mayor parte del tiempo estuvimos solos y unimos nuestras almas cada vez más hasta que hubiera sido terriblemente duro decirse adiós.




...habían pasado de la harapienta pobreza de los campos de Simón Legree a una especie de risueña respetabilidad dentro de tiendas mayores, y eso era todo.




Pero la madre, una mujer triste, gorda y morena, se impuso, como siempre ocurre en las grandes familias campesinas de todo el mundo...




Nos volvimos tras una docena de pasos, porque el amor es triste, y nos miramos por última vez.




...la locura total y frenética de Nueva York con sus millones y millones de personas esforzándose por ganarles un dólar a los demás, el sueño enloquecido: cogiendo, arrebatando; dando, suspirando, muriendo sólo para ser enterrados en esos horribles cementerios de más allá de Long Island.




...el coche seguía recto como una flecha, sin desviarse ni un instante de la línea blanca del centro de la carretera que se desenrollaba besando nuestro neumático delantero izquierdo.




...te acuerdas de cuando vine a Nueva York por primera vez y quería que Chad King me enseñara cosas de Nietzsche? ¿Te acuerdas de cuánto tiempo hace? Todo es maravilloso, Dios existe, conocemos el tiempo. Todo ha sido mal formulado de los griegos para acá. No se consigue nada con la geometría y los sistemas de pensamiento geométricos. ¡Todo se reduce a esto! -hizo un corte de manga.




-Problemas, ya ves, son la palabra que generaliza los motivos por los que Dios existe.




Lucille nunca me comprendería porque me gustan demasiadas cosas y me confundo y desconcierto corriendo detrás de una estrella fugaz tras otra hasta que me hundo. Asi es la noche, y eso produce. No puedo ofrecer más que mi propia confusión.




Eso me hizo pensar que podía suceder cualquier cosa... era el momento en que uno lo sabe todo y todo queda decidido para siempre.




“Nueve renglones de crímenes, uno de aburrimiento”: dijo Louis-Ferdinand Céline.




...lo mismo que la lluvia que relaciona todas las cosas del mundo entero...




...el aire de Nueva Orleans era tan dulce que parecía llegar en finos pañuelos; y podías oler el río y oler realmente a gente, y a barro, y a melaza, y a toda clase de emanaciones tropicales con la nariz súbitamente liberada del olor de los secos hielos del invierno del Norte.




Metimos el coche en el ferry de Algiers y nos encontramos cruzando el río Mississippi en barco.




...contemplamos al gran padre marrón de las aguas que bajaba desde el centro de América como un torrente de almas destrozadas llevando troncos de Montana y barro de Dakota e Iowa y cosas que habían caído en él en Three Forks, donde el secreto comenzaba siendo hielo.




Hubiera hecho falta toda la noche para hablar del viejo Bull Lee; de momento, diré que era un auténtico maestro, y debe añadirse que tenía todo el derecho del mundo a enseñar porque se pasaba la vida aprendiendo...




-¿Qué será de nosotros cuando muramos? -le pregunté en cierta ocasión.
-Cuando uno muere se muere, eso es todo -respondió.



Dean y yo estábamos deseando pasar una buena noche en Nueva Orleans y queríamos que Bull nos orientara. Nos echó un jarro de agua fría encima cuando dijo:
-Nueva Orleans es una ciudad muy aburrida. La ley prohibe ir a la parte de los negros. Los bares son insoportablemente lúgubres.
-Supongo que habría algún bar interesante -añadí.
-No existen en América bares realmente interesantes. Un bar interesante está más allá de nuestro alcance. En 1910 un bar era un sitio donde los hombres se reunían después de trabajar, y todo lo que había allí era una larga barra de latón, escupideras, una pianola como música, unos cuantos espejos, y barriles de whisky a diez céntimos el trago junto a barriles de cerveza a cinco la jarra. Ahora todo lo que hay es cromados, mujeres borrachas, maricas, camareros hostiles, dueños nerviosos que andan cerca de la puerta preocupados por sus sillas de cuero y por la ley; sólo un montón de gente gritando a destiempo y un silencio de muerte cuando entra un desconocido.




Finalmente di una vuelta yo solo hasta el malecón. Quería sentarme en la orilla pantanosa y observar el río Mississippi; en vez de eso, tuve que mirarlo con la nariz pegada a una alambrada. Cuando se separa a la gente de sus ríos, ¿adónde puede llegar?




¿Qué es el río Mississippi? Es un pedazo de tierra lavada en la noche lluviosa, un suave chapoteo desde las chorreantes orillas del Missuri, una disolución, un movimiento de la marea por el eterno cauce abajo, un regalo a las espumas pardas, un viaje a través de innumerables cañadas y árboles y malecones, abajo, siempre hacia abajo, por Memphis, Greenville, Eudora, Vicksburg, Natchez, Port Allen y Port Orleans y Port de los Deltas... por Portash, Venice y el Gran Golfo de la Noche, y fuera.




No sabía si era esa calle o la calle Canal de Nueva Orleans: llevaba hasta el mar, el ambiguo y universal mar...




...trabajé un poco en el mercado de mayoristas de frutas donde casi lo había hecho en 1947... el trabajo más duro de mi vida. En una ocasión unos chavales japoneses y yo tuvimos que arrastrar un furgón enorme unos treinta metros por encima de un rail, ayudándonos sólo con una especie de gato que le hacía moverse un centímetro cada vez. Arrastré cestos de sandías por el suelo del frigorífico a pleno sol, estornudando sin parar. En el nombre de Dios y de todos los santos, ¿para qué?
Al anochecer paseaba. Me sentía como una mota de polvo sobre la superficie triste de la roja tierra.




Cuando cruzábamos la frontera entre Colorado y Utah vi a Dios en el cielo en forma de unas resplandecientes nubes doradas sobre el desierto que parecían señalarme con el dedo y decir: “Ven aquí y continúa, vas camino del cielo.”




Dean estaba contento de nuevo. Lo único que necesitaba era un volante entre las manos y cuatro ruedas sobre la carretera.




...todavía nos quedaba mucho camino. Pero no nos importaba: la carretera es la vida.



Los vagabundos de la vieja North Clark dormitaban en el bar, las putas gritaban enfadadas. Chinos misteriosos se escurrían en silencio.




-¿Y qué haces para divertirte?
Intentaba hablar de ligues y de sexo. Sus grandes ojos negros me miraron vacíos y con una especie de tristeza que se remontaba a generaciones y generaciones de gente que no había hecho lo que estaba pidiendo a gritos que debía de hacer... sea lo que sea, aunque todo el mundo sabe lo que es.




Por treinta y cinco centavos cada uno entramos en un cine destartalado y nos tumbamos en el entresuelo hasta por la mañana, que nos echaron. La gente que había en aquel cine nocturno era de lo peor. Negros destrozados que habían venido desde Alabama a trabajar en las fábricas de automóviles y no tenían contrato; viejos vagabundos blancos; jóvenes hipsters de pelo largo que habían llegado al final del camino y le daban al vino sin parar; putas, parejas normales y corrientes y amas de casa que no tenían nada que hacer, ningún sitio al que ir, ni nadie en quien confiar. Se se pasara a todo Detroit por un tamiz no quedarían reunidos mejor sus desechos.




El anonimato en el mundo de los hombres es mejor que la fama en los cielos, porque, ¿qué es el cielo? ¿qué es la tierra? Todo ilusión.




Aquí nadie desconfía, nadie recela. Todo el mundo está tranquilo, todos te miran directamente a los ojos y no dicen nada, sólo miran con sus ojos oscuros, y en esas miradas hay unas cualidades humanas suaves, tranquilas, pero que están siempre ahí. Fíjate en todas esas historias que hemos leído sobre México y el mexicano dormilón y toda esa mierda sobre que son grasientos y sucios y todo eso, cuando aquí la gente es honrada, es amable, no molesta.




-¡Oh, tío! Me gustaría parar y jugar un poco con esas monadas -dijo Dean-, pero fíjate que el viejo o la vieja siempre están muy cerca... por lo general en la parte de atrás, a veces cien metros recogiendo ramas y leña o cuidando a los animales. Nunca las dejasn solas. En este país nadie está solo jamás.




Los otros dormían y yo seguía solo al volante con mi eternidad a cuestas.




Tras la barra estaba el propietario que salió corriendo en cuanto le dijimos que queriamos oír mambos y volvió con un montón de discos, la mayoría de Pérez Prado, y los puso en la máquina de discos. Un instante después toda la ciudad de Gregoria oía la bien que lo estábamos pasando en la Sala de Baile. En el mismo salón el estrépito de la música -así es cómo debe ponerse una máquina de discos y para eso se inventó- era tan tremendo que durante un momento Dean y Stan y yo nos quedamos boquiabiertos al darnos cuenta de que nunca nos habíamos atrevido a poner música tan alta como hubiéramos querido y como ahora sonaba.





domingo, 4 de enero de 2015

Negrura - Virgilio Rodríguez Macal

Falta le hacía la filosofía, pero una filosofía tranquila, mansa, y no la atribulada congoja de su alma, cuya filosofía era tétrica.



Un “jeep” pasó raudo, masticando con las llantas el asfalto empapado.



Las horas de la madrugada se fueron tan lentas como el humo de infinidad de cigarrillos.



...la eterna manía de su cerebro de hurgar cuanta minucia podía captar, iba analizando todo aquello...



Alguna pareja borracha salía abrazada y tenía un verdadero rompecabezas para encontrar la puerta. Iban a completar su fiesta en algún quejumbroso e inmundo camastro.




-¿Qué te ha sucedido, Marcus, que has callado de pronto?
-Nada, hombre, nada. Hemos conversado tanto queun descanso me venía bien. Además, es muy corriente que de pronto le entren a uno deseos de pensar solamente. ¿No te sucede a tí, sobre todo, después de una conversación initerrumpida?
-¡Hombre! A mí me sucede siempre. Siempre estoy pensando y cavilando y removiéndome por dentro como una batidora. Esa es mi tragedia, pensar y pensar siempre. Si uno pudiera tener algo mecánico en el organismo, por ejemplo, un botón, algo así como un conmutador eléctrico en cierta parte del cuerpo que al hacerlo girar le pusiera a uno la mente en blanco, creo que seríamos los seres más perfectos del mundo. ¡Ah!, el pensamiento, querido Marcus. Eso es lo que pierde al hombre, el verse compelido a pensar, pensar y pensar. Yo, por mi parte, te aseguro que mantendría mi mente en blanco siempre, por medio de ese milagroso conmutador, y no lo movería de esa posición, sino en las horas de trabajo. Sería ideal, ¿no crees?



A él no le cabía la menor duda de que la humanidad no tenía remedio. Mientras existiese el hombre sobre la faz de la tierra, no habría paz en ella. Era la condición humana...



Parecía caminar siempre mecánicamente, con la vista fija en otra parte muy lejana, y desde luego, con el pensamiento metido dentro de su propia alma.



Hubo un silencio que se tragó dos minutos.



Estoy seguro que todos los que estuvimos en la guerra estamos viejos, no tanto exterior como internamente.



...muchos hay que tienen el alma untada de negro.



Así, entre dormido y despierto, transcurrió la noche larga, estirada...



Quizá esto se debía a la costumbre de andar como un autómata, cual si su cabeza perteneciera a otro cuerpo.



“No viejo, no soy casado ni me casaré nunca. Las mujeres son peligrosas. No hacen sino entristecernos el alma... Si no las quieres, pues te fastidian y estás al lado de ellas forcivoluntariamente, deseando que llegue la hora de dejarlas en casa en irte por tu cuenta a donde te plazca; y si las quieres, peor, mil veces peor. No hay nada más malo que una mujer que se sabe querida y venerada. Es un ser egoísta e inconscientemente cruel. Si sabe que la quieres, que estás enamorado, ¡ay de tí! Abusa a más y mejor y hasta se permite compadecerte. Y de la compasión al desamor, no hay ni un milímetro. Entonces te parte el alma y te desquicia los nervios y echa a rodar por el suelo tu personalidad... Y si se cansa de ti y comienza a buscar otro cariño, te hace el ser más infeliz sobre la tierra."



Nadie puede solamente sufrir y sufrir sin interrupción alguna. Tiene que haber algún momento durante el día que no sea de dolor precisamente para darnos fuerza para seguir sufriendo después.



Cuando entra la noche, cuando el sol hace sus últimos esfuerzos para no dejarse vencer...



Y el amor apareja siempre sufrimiento, por ideal que sea...



...una de estas playas de moda, elegantes y abarrotadas de bañistas, donde el mar parece insuficiente para tantos.



Si bien es cierto que el pensamiento es una constante tortura humana, también lo es que nos sirve de mucho cuando se tiene espíritu y el suficiente valor para filosofar sobre todo lo que nos ocurre.



El hombre se ha destruído entre sí, desde que apareció en la corteza de la tierra, hasta nuestros días...




Un hombre cincuentón con unas gafas tan gruesas que las pupilas oscuras parecían dos moscas tras una vidriera.




Era el gran recurso del hombre, que le permite subsistir: el olvido.




...cuando estaba con ella no me hacía falta nada. Creo que esto es el amor, ¿no?



¡Ah, la gran tortura del pensamiento!... Cómo recordé tus palabras, cuando hablamos de lo feliz que seríamos si no pensásemos!



...la felicidad no es sino una palabra que existe solo en el diccionario.




Aquella intrincada madeja de nervios sobreexcitados...




Los espíritus todos son disimiles.




Pero él era espiritual. Allí estribaba su tragedia.




En realidad nunca ocurría nada, todo seguía como siempre.




No le vio más esa noche, corporalmente.



Fred pensaba en todo, como siempre. Se iban cayendo las hojas, aquellas hojas que uno, dos meses atrás, estaban rebosantes de clorofila... Ellas se iban y el árbol quedaría mustio, silencioso, sin brisas, aterido de frío y de espanto por algunos meses... Luego, las hojas volverían... ¿Serían las mismas que se habían ido?... ¡Quién sabe! Probablemente volvían a subir por los troncos, de una en una, y se colocaban de nuevo en sus primitivos sitios, para volver a brillar con la caricia del sol y a cantar con el soplo de la brisa... Luego, esperarían con terror el ulular del viento otoñal para irse de nuevo. Pero volverán, volverían... ¿Serían las mismas?... Quizás sí. Aunque las que se iban ya estaban doradas, marchitas, y las que regresaban eran tiernos vástagos brillantes, probablemente eran las mismas. Fred lo creía así. Las hojas tenían espíritu, porque cantaban, porque dormían, porque se encolerizaban, porque murmuraban. Y él tenía fe en que todo espíritu retorna, quizá sublimado por el dolor y el sufrimiento.



Nunca hay que menospreciar a un enemigo. El más chico puede ser mortal... Fíjate en los microbios.



Soy demasiado idealista, demasiado soñador... Llevo las cosas dentro y quisiera que lo que está fuera concordara siempre con lo que llevo dentro. Y esto no puede ser.



...quizá mi espíritu busque otras expansiones.



...estaba oscuro como tinta.




...el mar estaba plomizo e inquieto.







martes, 9 de diciembre de 2014

Las uvas de la ira - John Steinbeck

Dentro del restaurante, aislado con tela metálica, sonaba una radio: música lenta de baile con el volumen bajo,como cuando nadie la escucha.


...dirigió la mirada a los campos secos y a los grupos de árboles medio muertos, que colgaban incómodos en la distancia recalentada.



Las plantas luchaban contra el sol. Y la distancia, hacia el horizonte, se extendía parda hasta alcanzar lo invisible.


...posó dos dedos en la palma de la mano siguiendo el ritmo como si pusiera allí con suavidad cada palabra una al lado de la otra. (...) No existe el pecado y no existe la virtud. Sólo hay lo que la gente hace. (...) ...hizo una pausa y levantó la mirada de la palma de la mano, donde había ido poniendo las palabras.


Unos despreciaban las matemáticas a las que debían obedecer, otros tenían miedo, y aun otros adoraban a las matemáticas porque podían refugiarse en ellas de las ideas y los sentimientos.


Aunque no sea buena sigue siendo nuestra. Esto es lo que la hace nuestra: nacer trabajar, morir en ella. Esto es llo que da la propiedad, no un papel con números.


-Pero cuando un hombre tiene una propiedad que no ve, que no puede tocar con los dedos porque le falta tiempo, ni pisar porque no está allí, entonces, la propiedad es el hombre. Él no puede ni hacer ni pensar lo que desea. La propiedad se apodera del hombre por ser más fuerte que él. Y él yano es grande sino pequeño. Tan sólo sus propiedades son grandes y él se convierte en el servidor de su propiedad.


He visto tortugas toda la vida y siempre están yendo a alguna parte. Parece que siempre quieren llegar allí.


Un comité de perros se había reunido en la carretera en honor a una perra, Cinco machos, pastores alemanes y collies escoceses mestizos, perros de raza indefinida como resultado de la libertad de su vida social...


Ahora maldigo todo lo que quiero, cada vez que me apetece; a un hombre le hace bien maldecir cuando tiene gana.


Madre era pesada, pero no gorda; ancha a fuerza de trabajo y de partos. (...) Su rostro lleno no era blando; era un rostro controlado, bondadoso. Sus ojos de avellana parecían haber sufrido todas las tragedias posibles y haber remontado el dolor y el sufrimiento como si se tratara de peldaños, hasta alcanzar una calma superior y una comprensión sobrehumana.


...pero si somos lo que ha pasado. La ira de un momento, mil imágenes, eso somos nosotros.


¿Cómo podremos vivir sin nuestras vidas? (...) Sentadas miraron las cosas y se las grabaron a fuego en la memoria. ¿Cómo será no saber qué tierra hay tras la puerta? ¿Cómo será despertar por la noche y saber..., saber que el sauce no está allí?, ¿puedes vivir sin el sauce? No, no puedes. El sauce eres tú. El dolor de ese colchón..., ese dolor espantoso, eso eres tú.


Madre rió quedamente sumergiendo y sacando las ropas del cubo. Escurrió petos y camisas y los músculos de sus antebrazos se marcaron como cuerdas.


La muerte de su mujer, seguida de meses de estar solo, le había marcado con culpa y vergüenza y le había dejado una soledad indestructible.


Pero me pregunto si cabremos todos, incluido el predicador. ¿Y podemos alimentar una boca más? -sin volver la cabeza, preguntó-: ¿Podemos, Madre?
Madre se aclaró la voz.
-No se trata de si podemos, sino de si estamos dispuestos -contestó con firmeza-. Lo que es “poder”, no podemos hacer nada, ni ir a California ni ninguna otra cosa; pero lo que queramos hacer... vamos, que haremos lo que nos propongamos.


Las solapas de la tienda se separaron y de ella emergió una mujer apergaminada, un rostro arrugado como una hoja seca y ojos que parecían llamear, ojos negros que parecían asomarse al exterior desde un pozo de espanto.


-¿Se encuentra cansado, abuelo? -preguntó. Los ojos se movieron hacia la voz, pero no le encontraron a él.


La vida comenzó de nuevo a hacerse notar.


El gobierno muestra más interés por un muerto que por un vivo. Remueven cielo y tierra intentando averiguar quién era y cómo murió. Sugiero que pongamos una nota dentro de una botella y la enterremos junto con el abuelo, que diga quién es, cómo murió y por qué está aquí enterrado.
Padre se mostró de acuerdo.
-Buena idea. Y que quede bien escrito. Así no se sentirá tan solo, sabiendo que su nombre está con él, que no es solamente un viejo solo bajo tierra.


La tierra del oeste, nerviosa ante el cambio que se avecina. Los estados del oeste, nerviosos igual que los caballos antes de la tormenta. Los grandes propietarios, nerviosos, sintiendo el cambio, pero sin saber nada acerca de su naturaleza. Los grandes propietarios dirigiendo sus esfuerzos contra lo inmediato, el gobierno en expansión, la creciente unidad de los trabajadores; atacando los nuevos impuestos, los proyectos; sin darse cuenta de que estas cosas son resultados y no causas. Resultados, no causas; resultados, causas. Las causas yacen en lo más hondo y son sencillas: las causas son el hambre en un estómago, multiplicado por un millón; el hambre de una sola alma, hambre de felicidad y un poco de seguridad, multiplicada por un millón; músculos y mente pugnando por crecer, trabajar, crear, multiplicado por un millón. La función última del hombre, clara y definitiva: músculos que buscan trabajar, mentes que pugnan por crear algo más allá de la mera necesidad: esto es el hombre. Levantar un muro, construir una casa, una presa, y dejar en el muro, la casa, la presa algo de la esencia misma del hombre, y tomar para esta esencia algo del muro, la casa, la presa: músculos endurecidos por el trabajo, mentes ensanchadas por la asimilación de líneas nítidas y formas que fueron parte de la concepción de la obra. Porque el hombre, a diferencia de cualquier otro ser orgánico o inorgánico del universo, crece más allá de su trabajo, sube los peldaños de sus conceptos, emerge por encima de sus logros. (...) Puedes saber esto: teme el momento en que el hombre deje de sufrir y morir por un concepto, porque esta cualidad es la base de la esencia humana, esta cualidad es el hombre mismo, y lo que le diferencia en el conjunto del universo.


Un hombre, una familia, obligados a abandonar su tierra; este coche oxidado que cruje por la carretera hacia el oeste. Perdí mis tierras, me las quitó un sólo tractor. Estoy solo y perplejo. Y por la noche una familia acampa en una vaguada y otra familia se acerca y aparecen las tiendas. Los dos hombres conferencian en cuclillas y las mujeres y los niños escuchan. Éste es el núcleo, tú que odias el cambio y temes la revolución. Mantén separados a estos dos hombres acuclillados; haz que se odien, se teman, recelen uno del otro. Aquí está el principio vital de lo que más temes. Éste es el cigoto. Porque aquí “he perdido mi tierra” empieza a cambiar; una célula se divide y de esa división crece el objeto de tu odio.: “Nosotros hemos perdido nuestra tierra”. El peligro está aquí, porque dos hombres no están tan solos ni tan perplejos como pueda estarlo uno. Y de este primer “nosotros”, surge algo aún más pelogroso: “Tengo un poco de comida” más “yo no tengo ninguna”. Si de este problema el resultado es “nosotros tenemos algo de comida”, entonces el proceso está en marcha, el movimiento sigue una dirección. Ahora basta con una pequeña multiplicación para que esta tierra, este tractor, sean nuestros. Los dos hombres acuclillados en la vaguada, la pequeña fogata, la carne de cerdo hirviendo en una sola olla, las mujeres silenciosas, de ojos pétreos; detrás, los niños escuchando con el alma las palabras que sus mentes no entienden. La noche cae. El pequeño está refriado. Toma, coge esta manta. Es de lana. Era la manta de mi madre, cógela para el bebé. Esto es lo que hay que bombardear. Éste es el principio: del “yo” al “nosotros”.
Si tú, que posees las cosas que la gente debe tener, pudieras entenderlo, te podrías proteger. Si fueras capaz de separar las causas de resultados, si pudieras entender que Paine, Marx, Jefferson, Lenin, fueron resultados, no causas, podrías sobrevivir. Pero no lo puedes saber. Porque el ser propietario te deja congelado para siempre en el “yo” y te separa para siempre del “nosotros”.
Los estados del oeste se muestran nerviosos ante el cambio inminente. La necesidad sirve de estímulo al concepto, el concepto estimula la acción. Medio millón de personas moviéndose ya por el país; un milón más, impacientes, dispuestas a partir; y otros diez millones de personas empezando a sentir el nerviosismo.
Y los tractores abriendo múltpiles surcos en la tierra vacía.



Sus ojos seguían en la carretera, por donde la vida pasaba silbando.



El tuerto los vio irse y después caminó a través del cobertizo hasta su chabola. El interior estaba oscuro. Llegó tanteando al colchón que estaba en el suelo, se estiró en él y se echó a llorar, y el silbido de los coches pasando por la carretera sólo sirvió para fortalecer los muros de su soledad.



...es ilícito comer buenos alimentos cerca de uno que tiene hambre, a menos que se le ofrezca compartirlos.



...la estupidez de un tonto era la misma en todos los mundos.




Allí ya hay algo: los graves acordes marcando, marcando, mientras la melodía corre por las cuerdas como pasos pequeños.



Entonces el grupo se soldaba en una unidad, de forma que en la oscuridad los ojos de la gente miraban hacia adentro y sus mentes cantaban en otras épocas, y su tristeza era como un descanso, igual que el sueño.



Hay un tiempo de cambio, y cuando llega, una muerte se convierte en un trozo del morir, y un parto en un trozo de todos los nacimientos, y dar a luz y morir son dos partes de la misma cosa. Entonces los hechos dejan de estar aislados. Entonces un dolor ya no duele tanto, porque ya no es un dolor aislado, Rosasharn. Ojalá pudiera explicártelo para que lo entendieras, pero no puedo.


Las horas nocturnas fueron pasando con la oscuridad pegada al camión.



Hubo un tiempo en que California perteneció a México y su tierra a los mexicanos; y una horda de americanos harapientos la invadieron. Y su hambre de tierra era tanta, que se la apropiaron: robaron la tierra de Sutter, la de Guerrero, se quedaron las concesiones y las dividieron y rugieron y se pelearon por ellas aquellos hambrientos frenéticos; y protegieron con rifles la tierra que habían robado. Levantaron casas y graneros, araron la tierra y sembraron cosechas. Estos actos significaban y posesión equivalía a propiedad. Los mexicanos estaban débiles y hartos. No pudieron resistir, porque no tenían en el mundo ningún deseo tan salvaje como el que los americanos tenían de tierra. Luego, con el tiempo, los invasores dejaron de ser tales para convertirse en propietarios; y sus hijos crecieron y tuvieron sus hijos en esa tierra.



Madre se frotaba los lados de la boca con los dedos y sus ojos parecían estar muy lejos y perdidos, muertos por el cansancio.



-Las oraciones nunca han traído tocino. Hace falta un puerco para tener carne de cerdo.



A uno le alivia hablar pero es es esparcir los propios pecados.



Sientes lástima de ti misma. (...) -Debes trabajar -opinó Madre-. Sentada todo el día en la tienda te da por compadecerte de ti misma.



Cada uno tiene que hacer lo que tiene que hacer. Nadie sabe lo suficiente para decirle lo que debe hacer a otro.



No tenían ningún argumento, ningún sistema, nada excepto su número y sus necesidades.



Las compañías poderosas no sabían que la línea entre el hambre y la ira es muy delgada. Y el dinero que podía haberse empleado en jornales se destinó a gases venenosos, armas, agentes y espías, a listas negras e instrucción militar. En las carreteras la gente se movía como hormigas en busca de trabajo, de comida. Y la ira comenzó a fermentar.



-Muévete -dijo Madre-. Hay veces en que aunque te encuentres mal tienes que guardártelo para ti misma.



¿Alguna vez has visto un faisán, rígido y hermoso, cada pluma dibujada y pintada e incluso los ojos pintados, tan bonitos? Y ¡bang! Lo recoges... ensangrentado y retorcido y has echado a perder algo mejor que tú; comértelo no llega a compensarte, porque has echado a perder algo en ti mismo y ya no tiene arreglo.



Una guitarra es algo más preciado. Hay que aprender a tocarla. Los dedos de la mano izquierda deben tener las yemas callosas. El pulgar de la derecha un callo enorme. Estirar los dedos de la mano izquierda, estirarlos como patas de araña para ponerlos en los trastes.



...todas las cajas de herramientas habían aportado cinta aislante...



...con ojos como pequeñas espadas...



-Quizá no te lo imaginas, pero tu padre era un gran bailarín cuando era joven -y Madre sonrió-. Me hace pensar en los viejos tiempos -dijo. Y en los rostros de los que miraban la sonrisa era de recuerdo.



En las almas de las personas las uvas de la ira se están llenando y cogen peso, listas para la vendimia.



Uno acaba agobiándose cuando sale a buscar algo que sabe que no va a encontrar.



Y lo único que tienes que saber es que cada vez que se da un paso adelante se puede resbalar un poco hacia atrás, pero nunca será todo el paso.



Una luz pálida llenaba ahora la habitación, pero luz sin color, antes del sol.



...sabían que todo iba bien, que esta vez tampoco se irían abajo; y que nunca lo harían en tanto que el miedo pudiera transformarse en ira.